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Violencia basada en género: un problema del pasado, del presente y un desafío del futuro – Nacionales

Magaly Vásquez G.

26/11/2024

“A todas y todos nos une un objetivo común: el compromiso con la construcción de un mundo más justo y equitativo”, Magaly M. Vásquez González

La doctora y académica Magaly M. Vásquez González, redactora del protocolo de la Ucab de prevención sobre violencia de género y primera mujer en ocupar una silla en la Academia de Ciencias Políticas y Sociales (coherentemente aspira a “no ser la única”), acaba de ser laureada con la edición 18.° del Premio Mujer Analítica Evangelina García Prince, 2024.

Tras el saludo de rigor a la Arq. Aixa Armas, presidenta de la Asociación Civil Mujer y Ciudadanía; al Dr. Guillermo Fariñas, rector y demás autoridades de la Universidad Monteávila; a los miembros del Comité de Premiación 2024 Raquel García Prince, y a “las queridas mujeres y caballeros que también son reconocidos en este acto”, Vásquez González se lanzó un discurso para coger palco sobre la violencia de género y la determinación de construir un futuro más equitativo y amable. Leamos:   

Las palabras que seguidamente compartiré con ustedes tratan de conciliar diferentes facetas de mi vida profesional: abogada, profesora universitaria, académica e investigadora y las he titulado:

Violencia basada en género: un problema del pasado, del presente y un desafío del futuro

Es un honor estar aquí hoy, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y durante el desarrollo de la campaña de los 16 días de activismo, recibiendo el Premio Mujer Analítica en su 18.ª edición.

Me han precedido en los 17 años anteriores y son también reconocidas en este acto destacadas mujeres que desde sus distintas posiciones han dejado un importante legado, al igual que las organizaciones a las que se ha conferido el “Premio Evangelina García Prince” y los caballeros merecedores del “Reconocimiento Masculino Mujer Analítica en honor del Dr. Román José Duque Corredor”. A todas y todos nos une un objetivo común: el compromiso con la construcción de un mundo más justo y equitativo.

Imagínense que en ese mundo las niñas no sueñan con ser princesas sino con ser presidentas, que en él las mujeres no se ven limitadas por roles preestablecidos, sino que pueden alcanzar su máximo potencial, que en ese mundo la igualdad de género es una realidad y no una utopía. Ese es el mundo que queremos construir. Ahora ¿cómo lo construimos?

Es indudable que “la educación es esencial para construir una sociedad igualitaria” y que en materia de igualdad de género ha habido avances significativos, sin embargo, como lo ha advertido ONU Mujeres, aún queda mucho recorrido para alcanzar la plena igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, de allí la importancia de las medidas que se adopten para el cumplimiento del objetivo de desarrollo sostenible (ODS) 5 de la agenda 2030 de Naciones Unidas, conforme el cual debe promoverse la “igualdad entre los géneros y empoderar a las mujeres y niñas”.

Una de las responsabilidades que en la actualidad ejerzo tiene que ver con esa premisa: la Cátedra de Estudios de la Mujer “Teresa de la Parra”, cuya creación impulsamos en la UCAB y que se suma a otras iniciativas que evidencian el compromiso de la institución con el ODS 5, como el Protocolo para la Prevención y Atención en Casos de Acoso y Violencia Sexual, primero en ser aprobado por una universidad venezolana; el decreto rectoral sobre la Política de igualdad de género y la colección de Estudios de la Mujer “Evangelina García Prince” (por esas coincidencias del destino en este acto también se entrega el premio que lleva el nombre de esa extraordinaria feminista venezolana).

Como lo ha recordado la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), la igualdad y la no discriminación son principios esenciales de la Carta de las Naciones Unidas, por lo que para garantizar de manera eficaz que todas las personas, sin distinción, puedan disfrutar plenamente de los derechos humanos, es preciso, primero, una comprensión exhaustiva de las estructuras, las políticas y los estereotipos sociales, así como de las relaciones de poder que condicionan no solo las leyes y las políticas, sino también la economía, la dinámica social y la vida familiar y comunitaria.

En el mismo sentido, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha afirmado que la igualdad de género es un elemento esencial para generar economías prósperas y un planeta más sostenible, admitiendo que nos enfrentamos a un desafío crítico: una brecha de género de 360 000 millones de dólares anuales para 2030, por lo que para revertir esta tendencia, identifica cinco áreas clave a afrontar de manera conjunta: 1) invertir más en las mujeres; 2) poner fin a la pobreza; 3) implementar financiamiento con perspectiva de género; 4) pasar a una economía y una sociedad del cuidado verdes; y 5) apoyar a las feministas creadoras de cambios.

Sostienen Gema del Socorro García Luján Ávila y Silvia Albareda-Tiana que, además de los avances en términos de políticas de igualdad, promoción de la perspectiva de género en la educación, investigación y la participación de las mujeres en roles académicos y de liderazgo, también se han identificado desafíos persistentes, como las brechas de género en ciertas disciplinas y la necesidad de abordar y eliminar la violencia de género en el entorno universitario (Igualdad de género y desarrollo sostenible. Avances y desafíos en la Agenda Mundial y en la Universidad, Feminismo/s 43, January 2024, 213-243).

En relación con algunas de esas desigualdades afirma la colaboradora experta de Amnistía Internacional Dolores Liceras (17 de septiembre de 2024), que en todo el mundo, las mujeres ganan 77 centavos, pero los hombres ganan 1 dólar por un trabajo de igual valor, por lo que si no hacemos nada, se necesitarán 257 años para cerrar la brecha salarial mundial. En la Unión Europea, las mujeres ganan de media un 12,7 % menos por hora que los hombres y en España, el salario medio de las mujeres es un 18,7 % inferior al de los hombres. En Venezuela, según los datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2023, solo 37,3 % de las mujeres en edad de trabajar participan en el mercado laboral, versus 62,7 % de los hombres pero estos “reciben en promedio 7,7 % más remuneración que las damas, aunque en algunos sectores la brecha puede ser aun mayor, como por ejemplo en empleos del hogar o doméstico, donde la diferencia a favor de los hombres es de 40,8 %, o el área de profesionales científicos o intelectuales, donde las mujeres ganan 33,6 % menos que sus pares varones”, ello evidencia las brechas salariales en razón de la desigualdad de género, producto de la baja inserción laboral de las mujeres, pocas horas de trabajo por responsabilidades de cuido, “techo de cristal”, discriminación para cargos altos, desvalorización de los empleadores, discriminación en “ámbitos masculinos” autominusvaloración y “protecciones” legales discriminatorias ( y

Si revisamos la representación de las mujeres en los parlamentos, nos encontramos con que, tras las elecciones y nombramientos verificados en 2023, la proporción mundial de mujeres parlamentarias alcanzó el 26,9 %, siendo el continente americano, al 1° de enero de 2024, la región con la mayor representación de mujeres con el 35,1 % del total de parlamentarios en la región. Estas cifras ratifican la vigencia de la Resolución sobre la Participación de la Mujer en la Política aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2011, entre cuyos fundamentos estaba la preocupación “porque las mujeres siguen estando marginadas en gran medida de la esfera política en todo el mundo, a menudo como resultado de leyes, prácticas, actitudes y estereotipos de género discriminatorios, bajos niveles de educación, falta de acceso a servicios de atención sanitaria, y debido a que la pobreza las afecta de manera desproporcionada”.

Otra de las vías para lograr esa igualdad, además de la educación, es la adopción de leyes y políticas que garanticen los mismos derechos para hombres y mujeres, uno de los cuales es el acceso a la justicia. A estos efectos, y por impartir quien les habla asignaturas relacionadas con la materia, no puedo dejar de referirme al empleo de estereotipos de género en la investigación penal, particularmente en los casos de violencia sexual, como uno de los tipos de violencia basada en género, en el entendido de que esta constituye una violación de derechos humanos.

Los estereotipos de género “se refieren a la práctica de atribuir a un individuo, mujer u hombre, atributos, características o roles específicos por la sola razón de su pertenencia al grupo social de mujeres u hombres. Los estereotipos de género son ilícitos cuando dan lugar a una o varias violaciones de los derechos humanos y las libertades fundamentales”; entre estas violaciones se incluye “no investigar, perseguir y condenar la violencia sexual contra las mujeres, creyendo que las víctimas de la violencia sexual estaban de acuerdo con los actos sexuales, ya que no se vestían ni se comportaban “modestamente”. Los estereotipos de género erróneos son una causa frecuente de discriminación contra las mujeres. Es un factor que contribuye a la violación de un amplio abanico de derechos, como el derecho a la salud, a un nivel de vida adecuado, a la educación, al matrimonio y a las relaciones familiares, al trabajo, a la libertad de expresión, a la libertad de movimiento, a la participación y representación políticas, a un recurso efectivo y a no sufrir violencia de género (Estereotipos de género. El ACNUDH y los derechos humanos de las mujeres y la igualdad de género. Recuperado en fecha 5 de julio de 2024).

En el Informe de la CIDH del año 2011 relativo al “Acceso a la justicia para mujeres víctimas de violencia sexual en Mesoamérica”, (Cit. por. INECIP, Primer Boletín. Herramientas jurisprudenciales para el litigio con perspectiva de género, Grupo de trabajo Feminismos y Justicia Penal, p. 4), se señalaba que “las instituciones judiciales reproducen con frecuencia estos patrones socioculturales en sus actuaciones. Policías, fiscales, jueces, abogados y otros funcionarios judiciales se ven afectados en su actuación judicial por estereotipos, prácticas y presunciones, restando valor a actos de violencia sexual. Por ejemplo, pueden examinar un caso de violencia sexual centrándose en el historial y vida sexual de la mujer, la supuesta provocación de los hechos por parte de la víctima y su no virginidad. La CIDH considera que dar cabida a estos estereotipos al interior del poder judicial es una forma de legitimar y promover la impunidad”.

Un caso emblemático en el que la existencia de un marco normativo discriminatorio y el uso de estereotipos en la valoración de sus declaraciones y el juzgamiento de su caso facilitó la revictimización de una mujer víctima de violencia de género y la impunidad al no haberse sancionado al agresor, es el Caso López Soto y Otros Vs. Venezuela. Como se señala en el Resumen Oficial emitido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la Sentencia de 26 de septiembre de 2018 (Fondo, Reparaciones y Costas) la Corte concentró su análisis en:

i) el desarrollo de los componentes del derecho de acceso a la justicia en condiciones de igualdad para mujeres víctimas de violencia; ii) la falta de marco legal especializado e inexistencia de reglas orientadoras para los operadores; iii) el marco normativo en materia penal que establecía un trato desigual no justificado; iv) visibilizar, reconocer y rechazar la utilización de estereotipos de género perjudiciales durante la investigación y el juzgamiento de este caso; v) los aspectos que condujeron a la revictimización de Linda Loaiza a raíz del trato inadecuado a su condición de víctima de violencia contra la mujer por parte de las autoridades… (p. 8).

Es claro que “las violaciones de derechos humanos de las que son víctimas las mujeres en función a su sexo, roles y estereotipos asignados históricamente, reflejan la importancia de contar con una protección de carácter especial (Pensando en género: marco conceptual para la administración de justicia con enfoque de género, Comisión de Justicia de Género del Poder Judicial, Perú, 2019, p. 48), lo cual sigue constituyendo uno de los principales desafíos para los Estados si efectivamente se quiere erradicar la violencia de género, pues esta puede tener su origen no solo en el acto del agresor “sino también en la ineficacia o inacción institucional, donde la falta de procedimientos adecuados, prácticas que no son acordes al respeto de los derechos humanos, garantías procesales, integridad psicofísica, o al respeto a la vida privada y familiar, agravan aun más la situación de violencia padecida por las mujeres” (Medina, Graciela. La violencia contra las mujeres en la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Actualidad Jurídica Iberoamericana, 1, 2014, p. 51.)

A menudo pensamos en golpes y agresiones físicas, pero la violencia de género va mucho más allá. Incluye cualquier acto que, basado en el género, cause o pueda causar daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a una mujer. Desde el acoso callejero hasta el control económico, pasando por la violencia psicológica y sexual, todas estas formas de violencia tienen un denominador común: el poder y el control. Las raíces de este problema son profundas y complejas. Se encuentran en la desigualdad de género, en los roles de género estereotipados y en una cultura que normaliza la violencia.

El impacto de la violencia basada en género es devastador. Las mujeres que la sufren experimentan una amplia gama de consecuencias, desde lesiones físicas hasta trastornos mentales como la depresión, la ansiedad e incluso la muerte. Como lo informa ONU Mujeres, en 2023 cada 10 minutos, una mujer o una niña muere a manos de su pareja o de un familiar. Estas estadísticas se siguen repitiendo en 2024. Recientemente reportaba la ONG Utopix que, desde inicios de 2024 y hasta septiembre de este año, hubo en Venezuela al menos 142 feminicidios, y solo en el mes de septiembre se computaron 17, destacando esta ONG que tales datos son un “subregistro”, por cuanto las cifras pueden “ser aun mayores”.

La violencia de género también tiene un impacto en la sociedad en su conjunto, ya que limita las oportunidades de las mujeres y reduce su capacidad para participar plenamente en la vida social y económica. A este respecto es importante traer a colación que la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, 1979), contempla que los Estados Partes deben adoptar todas las medidas apropiadas para: “Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres; (artículo 5, a).

Siendo imposible desprenderme de mi condición de abogada, no puedo dejar de mencionar la abismal distancia entre lo que las leyes prometen y lo que las mujeres viven. Aunque la igualdad ante la ley es un derecho reconocido, la realidad cotidiana pinta un cuadro muy distinto. Las mujeres siguen enfrentando barreras sistémicas que limitan sus oportunidades. Ya hacíamos mención a las diferencias salariales y a la subrepresentación política, lo que se extiende a todos los puestos de poder. Los datos son claros: las mujeres siguen siendo una minoría en los espacios de toma de decisiones y su historia, invisibilizada. La brecha de género es el reflejo de una realidad persistente y compleja, complejidad que se agrava cuando se intersecciona o cruza con otras categorías sociales como la raza, la clase, la orientación sexual, la discapacidad y la edad, generando múltiples capas de opresión y por tanto mayor vulnerabilidad a la violencia, la exclusión social y la pobreza.

Considerando todo este panorama, es imperativo expresar mi profunda gratitud por estar aquí, por lo que he podido lograr y por las personas que me han apoyado en este camino. Ser mujer, madre, haber recibido educación y tener la posibilidad de influir en otros, como docente, investigadora y en tantas otras actividades, es un privilegio inmenso. Sin embargo, esta posición no es fruto de la casualidad, sino del esfuerzo de generaciones de mujeres que lucharon por allanar el camino.

Hace apenas 4 meses destacaba el Dr. Alberto Arteaga Sánchez, en la oportunidad de contestar mi discurso de incorporación a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, que era la primera mujer penalista en ingresar a esa corporación. Pues bien, agradezco la oportunidad de haber sido la primera pero no quiero ser la única.

El enfoque tradicional del derecho penal y la criminología centrados, respectivamente, en el estudio del delito y el delincuente, había reforzado una visión masculina y violenta del crimen, lo que podría explicar el bajo número de referentes femeninos en la doctrina penal. Si bien esta situación ha cambiado favorablemente pues las mujeres están cada vez más presentes en congresos y conferencias académicas, evidenciando sus roles de docentes e investigadoras, ello sin hablar del representativo número de mujeres que ocupan cargos en el sistema de justicia tanto en Venezuela como en otras latitudes, aún persisten obstáculos y desafíos que requieren un análisis profundo y una acción transformadora, como, por ejemplo, en un ejercicio de sororidad, la creación de redes de mujeres profesionales y académicas que visibilicen sus trabajos; incrementar los referentes femeninos que permitan a las nuevas generaciones encontrar modelos a seguir y se sientan inspiradas a desarrollar una carrera en este campo; fomentar las investigaciones con perspectiva de género y promover la educación en igualdad de género como prioridad en todos los niveles educativos.

Las jóvenes son una fuerza imparable en la lucha contra la violencia de género. Su perspectiva única, su conexión con las nuevas tecnologías y su energía juvenil las convierten en agentes de cambio fundamentales. A través de la educación, la sensibilización y la organización, están desafiando los roles de género tradicionales y promoviendo relaciones basadas en el respeto y la igualdad. Las redes sociales se han convertido en un poderoso aliado para visibilizar las experiencias de las mujeres y generar conciencia sobre esta problemática. Además, muchas jóvenes están liderando movimientos y colectivos feministas, inspirando a otras a alzar la voz y trabajar por un futuro más igualitario. Es perentorio incluirlas en la toma de decisiones y en la creación de políticas públicas, con lo que se garantizaría que sus necesidades y perspectivas sean escuchadas y atendidas. Asimismo, es fundamental invertir en programas educativos que promuevan la igualdad de género y la prevención de la violencia desde una edad temprana. De esta manera, las jóvenes podrán crecer en un entorno libre de estereotipos y discriminación, y construir un mundo más seguro para todas.

Cada una de nosotras tiene un papel fundamental en esta lucha. Podemos ser agentes de cambio en nuestras comunidades, en nuestras familias y en nuestros círculos sociales, como queda evidenciado en la pluralidad de campos en los que se desenvuelven las mujeres que hoy recibieron el “Reconocimiento Mujer Analítica”. Podemos denunciar la violencia, apoyar a las víctimas y educar a quienes nos rodean. Nos corresponde asumir el liderazgo inspirando a otras mujeres y a hombres a unirse a esta causa. No permitamos que la violencia nos defina. No permitamos que el miedo nos paralice. Juntas, podemos crear un mundo donde todas las mujeres puedan vivir libres de violencia, donde sus derechos sean respetados y donde puedan alcanzar su máximo potencial.

Los hombres, y por ello celebro que  se haya instituido un “Reconocimiento Masculino Mujer Analítica”, tienen un papel fundamental en la lucha contra la violencia de género, en mi propia historia, varios han sido determinantes, al confiar en mí ofreciéndome oportunidades y valorando mi esfuerzo, ellos pueden ser aliados desafiando los estereotipos de masculinidad y promoviendo relaciones basadas en el respeto y la igualdad. Ese es el desafío.

¡Muchas gracias!

Caracas, 26 de noviembre de 2024

“Las mujeres viven la violencia día a día en una profunda soledad”

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